El sello distintivo de la democracia estadounidense es su compromiso con una sociedad libre y abierta. La libertad estadounidense no se puede realizar a través de un examen partidista de nuestro pasado, sino todo lo contrario: nuestra capacidad para confrontar abiertamente todos los aspectos de nuestra historia compartida sin preocuparnos por las repercusiones. Vigilar el estudio de la historia para que se ajuste a narrativas y agendas específicas falla en ese compromiso.
Ignorar las largas sombras del pasado y ver la historia a través de lentes color de rosa solo serviría para afianzar aún más las fallas sistémicas. ¿Dónde estaría Estados Unidos sin denunciar las violaciones de la libertad y la libertad? La misma fundación de los Estados Unidos es el resultado de un ajuste de cuentas violento con la opresión.
El estudio de la historia exige evaluaciones críticas de acciones, decisiones y movimientos anteriores, para bien o para mal. Reconocer las deficiencias de quienes nos precedieron no es antiestadounidense, y enseñar historia no es un acto de relaciones públicas. Los maestros y las escuelas de nuestra nación no deben detenerse con historias de éxitos y celebraciones estadounidenses; el cambio es imposible sin desafío, y el progreso no se puede lograr sin perspectiva.
Debemos confiar en que nuestros maestros fomentarán el pensamiento crítico y las habilidades de investigación necesarias para que los estudiantes se enfrenten a las muchas corrientes ocultas de los diversos y difíciles aspectos de nuestra historia. Con el fin de alentar a los ciudadanos globales productivos del futuro, National History Day trabaja todos los días para ayudar a los educadores a lograr estos objetivos. No podemos evitar el pensamiento crítico y la reflexión en favor del apaciguamiento de nuestra conciencia nacional. En la historia buscamos la verdad, y National History Day sigue comprometido a ayudar a los florecientes abanderados de nuestra vibrante democracia.